lunes, 7 de octubre de 2013

¿Quién mató a Nola Palmer?



Cuando te aconsejan algo encarecidamente, y te loan sus bondades, muchas veces solemos quedar decepcionados. Poner el listón muy alto es lo que tiene. Que luego hay que pasar por encima. Y si al final se queda corto, por mucho que suba, siempre parecerá poco.

Puede que sea esto lo que me ha pasado con el último libro de moda. Aunque creo que me habría decepcionado igual si hubiera salido de la nada. Es más, no creo que hubiera pasado el corte si no hubiera estado avalado por gente de confianza.

¿Pero cuál es problema que le encuentro a una novela que ha abducido a tanta gente? ¿No me estaré volviendo un poco pejiguera? ¿No será este un síntoma de que me estoy trasformando en un snob elitista?

Pues doblemente no. Teniendo en cuenta algunos de los libros que he leído (y disfrutado) últimamente, no creo que me pueda incluir en la nube de los divinos. Mis aficiones literarias siguen siendo caseras y campechanas (o algo peor). Así que el problema es otro.

El libro está bien escrito, cuenta una historia entretenida y es original en el planteamiento. Pero donde falla de verdad Joël Dicker es el ritmo. Hasta el chiste más bueno agradece su tiempo justo. Y en el caso de Harry Quebert, el tiempo es demasiado largo. Tirando a eterno.

A lo largo del libro, el autor compara la escritura de una novela con un combate de boxeo. Y creo que la metáfora no funciona bien del todo. Escribir no es golpear a los lectores hasta dejarles sin sentido. Puede que realmente ahí esté el origen del mal.

Al leer el libro, llega un momento en el que terminamos una página y pensamos que ya sólo nos importa enterarnos del final (ni siquiera leerlo, mejor que nos lo cuenten, que así terminamos antes).

Es el equivalente a mirar el reloj en el cine. La película todavía nos interesa un poco. Pero nos ponemos a pensar en lo que vamos a hacer luego, o en lo que hemos comido, o en lo que sea. La magia ha desaparecido y el encanto se ha roto.

Una de las referencias más claras de la novela es la Lolita de Nabokov (de hecho Joël Dicker le hace un pequeño homenaje cuando Harry escribe el nombre separando las letras: N-O-L-A). Pero según avanza la historia, nos termina recordando más a Twin Peaks que a cualquier otra cosa. Y ya sabemos cómo terminó la serie. Hasta el final de Lost o Los Serrano tuvieron más sentido.


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