miércoles, 31 de octubre de 2012

Versiones - Misirlou

Siempre he disfrutado con las vueltas que dan las melodías a lo largo del tiempo. Por ejemplo, que una canción griega con nombre turco de hace casi un siglo se convirtiera en himno del surf mundial me parece casi increíble. Que luego esa canción volviera a la vida de la mano de Tarantino, es un bonus.


En 1930 una cancioncilla llamada Chica egipcia daba vueltas por Oriente Medio haciendo las delicias de gentes de todo credo. Cuenta la leyenda que, muchos años más tarde durante un concierto, un chico apostó  con Dick Dale a que no era capaz de tocar una canción con una única cuerda de su guitarra. Dick recordó que su tío, que era de origen libanés, solía tocarle Misirlou cuando era pequeño usando sólo una cuerda del laúd. Y así, dándole un poquito más de caña al tema, se sacó de la manga un éxito que haría que todos los surferos siguieran moviendo las caderas en tierra firme.
 
Con el tiempo, la canción se fue quedando olvidada. Sólo algunas versiones recordaban el tema. Y recordaban también que no todo el mundo ha nacido para cantar (si, lo digo por vosotros Gino e Dorine). Hasta que llego Tarantino y volvió a convertirla en himno de modernidad.




lunes, 29 de octubre de 2012

De lo nuevo, lo peor


Aquí no hay nada seguro. Los ha habido malos y buenos. Ha habido decepciones y encuentros milagrosos. Sin embargo, pocos han sido los libros que han muerto en las primeras páginas.

Los peores han sido los dos segundos de la trilogía de Los juegos del hambre (el primero se salva), El fantasma de la Ópera (buena idea, mal escrita), Una princesa de Marte (la película de John Carter es mucho mejor) y los últimos de Lee Child, James Rollins y Eduardo Mendoza.


El caso del de Mendoza me duele especialmente. Si, ya sé que me lo podía esperar después de lo que ha escrito últimamente. Pero no desespero de volver a encontrar una nueva cripta embrujada (Digresión 1: uno de los peores títulos de la historia de la literatura. Y la envidia de aquellos que leen las dos primeras páginas por primera vez, sin saber qué es lo que tienen entre las manos. Digresión 2: la misma envidia de los que ven por primera vez Familia, sin referencias previas).


Otros que se han ganado un puesto en la sección del olvido:
Blotto, Twinks and the Ex-King's Daughter (no sé dónde había leído que Simon Brett hacía una parodia de los libros de Wodehouse. Ja!). The Untamed, de Max Brand (tan sólo una mala novela de Oeste). Espía de Dios, en la que Juan Gomez-Jurado se sube al carro del Código Da Vinci. David Baldacci, que nos ofrece en The Innocent más bazofia que comida para la bestia. Y para terminar, Luis Piedrahita nos demuestra por qué es tan difícil escribir cosas cómicas en Dios hizo el mundo de siete días... y se nota. (si, se nota).

jueves, 25 de octubre de 2012

Decíamos ayer...


Esta semana he visto ya turrones en las tiendas. La Navidad está a la vuelta de la esquina y la sombra del 2013 nos sobrevuela. Así que ya puedo ir haciendo un pequeño resumen de un año en lecturas:

De lo viejo:
Lo bueno de volver a leer un libro es que vamos sobre seguro. Recuperamos palabras, historias y estados de ánimo con la tranquilidad del que se sienta a tomar un café con un viejo amigo. Patrick Süskind, Roy Lewis, Wodehouse, Italo Calvino, Amin Maalouf, Maarten Troost, Tom Sharpe o Alistair Maclean me han acompañado en momentos en los que me faltaba el ímpetu de la novedad. Prefería descansar con ellos en el borde de la piscina después de haber nadado unos cuantos largos por aguas desconocidas.


Escuchar El perfume y Por qué me comí a mi padre, ha sido un placer renovado. Quizás sea esa la mejor manera de recuperar libros ya leídos, a través de las voces de otros. Es lo que me ha pasado también con Calvino y nuestros antepasados. Y con Maalouf y Leon el africano. Sobre todo si están bien leídos, como ha sido el caso.


Otro que me ha vuelto a visitar ha sido Tom Sharpe. El año pasado recuperé sus novelas sudafricanas y este año le tocaban a Blott y a Peregrine. Troost y Maclean siguen siendo bienvenidos. Vivimos Kiribati y China como si nos las estuviera contando ese viejo amigo del que hablaba antes (pero con cervezas en vez de café). Y en cuanto al Mayor Jonathan Smith, lo único que siento de verdad es que no haya habido más aventuras suyas (de la mejor comida para la bestia, oiga).

 
Wodehouse, no ha vuelto porque nunca se ha llegado a ir. Hay gente que lleva una estampita de un santo en la cartera. Yo llevo siempre una novela del maestro.

No hay más que decir.