Ha escrito sólo tres libros. Y el cuarto viene en camino. Aunque sabiendo
lo que le cuesta ponerse a trabajar, es posible que no escriba muchos más. Pero
es una pena. Porque sus historias son muy entretenidas, sus reflexiones
bastante acertadas y su forma de expresarse realmente divertida.
La primera vez que pillé un libro suyo lo hice porque me llamó mucho la
atención el título. Una buena estrategia de ventas es hacer el producto
llamativo. En Italia, las editoriales de Berlusconi han utilizado un sistema
tan discreto e inteligente como su dueño: portadas y lomos de colores
fosforito.
Maarten usa los títulos para conseguir el mismo efecto. Aunque el
anzuelo que hay debajo del cebo es realmente jugoso (Mondadori, por el
contrario, nos castiga con bazofias del género de Valerio Massimo Manfredi).
En The Sex Lives of Cannibals, nos cuenta sus experiencias en una
remota isla del Pacífico. Y lo de remota no es un por decir. Kiribati está en
el más allá. De todo. Por eso es como si nos hablará de otro planeta. Ciencia
ficción mundana con muchísimo sentido del humor.
Tras pasearse en chancletas durante unos meses por Washington D.C, la
familia Troost se da cuenta de ese no es un lugar para ellos. Así que en
Getting Stoned with Savages vuelven a las islas del Pacífico. Y aunque Vanuatu y
Fiji no están tan perdidas como Kiribati, el panorama sigue siendo extraño para
los ojos de un occidental (la escena de la caza del cienpies sigue haciendo que
se me salten las lágrimas de la risa).
Pero todo lo bueno se acaba. Así que cuando la familia se traslada a
California, las pequeñas aventuras cotidianas ya no dan para escribir ese tipo
de libros. Las rarezas de los habitantes de The Golden State ya nos las sabemos
por el cine que perpetran ellos mismos.
Su último intento de encontrar un lugar en el mundo fue un viaje de
prospección a China. El
subtítulo de Lost on Planet China lo dice todo: The Strange and True Story of
One Man's Attempt to Understand the World's Most Mystifying Nation, or How He
Became Comfortable Eating Live Squid.
Se podría acusar a Marteen Troost de ser el típico americano que
desdeña los aspectos más sofisticados de cualquier cultura que no sea la suya.
Pero teniendo en cuenta que el autor es holandés, de madre checa, que pasó la
adolescencia en Canada, trabajó en Estados Unidos y vivió a costa de su mujer
(bendita Sylvia) en tres países del Pacífico, la acusación se cae por si sola.
Puede que el relativismo cultural sea un concepto básico para cualquier
antropólogo o etnólogo que se precie. Pero en la vida diaria, hay que saber
dónde decir basta. Y en sus viajes por China Marteen dice basta cada vez que
algo lo está pidiendo a gritos.
Su próximo libro ya está en camino. En Headhunters on My Doorstep: A True Treasure Island Ghost Story la
historia vuelve al Pacífico.
Él mismo ya reconocía
que no era precisamente un estajanovista: “Personally I regard idling as a
virtue, but civilized society holds otherwise”. Pero además de la
pereza, parece que otros de sus vicios le han ganado la partida durante estos
años. El caso es que tras pasar por Alcohólicos Anónimos, Troost intenta
recuperar el sentido de su vida, y el amor de su familia, siguiendo los pasos
de uno de sus héroes: Robert Louis Stevenson.
La mezcla de Stevenson y Troost puede ser perfecta. Lo comprobaremos en
junio del año que viene.
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