jueves, 17 de enero de 2013

Que Dios se apiade de su alma…


Hay veces en las que, después de escuchar a alguien, nos gustaría que una voz desde lo más alto (en plan la que se oía en “Un, dos, tres”) pronunciara esta frase.

Para recordar mentalmente en muchas reuniones de trabajo, tertulias de radio o televisión, ruedas de prensa, reuniones familiares o intervenciones en el Congreso.


“Lo que acaba de decir es una de las estupideces más grandes que he oído en mi vida. En ningún momento de su vaga e incoherente respuesta se ha acercado siquiera a algo que pueda considerarse un pensamiento racional. Todos los que están en esta sala son ahora más tontos simplemente por haberle escuchado. No le concedo ningún punto y que Dios se apiade de su alma.”

Por cierto, la frase es de la película Billy Madison. Y se la decían, con toda la razón del mundo, a Adam Sandler.

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