No estoy seguro de que
lo hagan, pero en las escuelas de escritura debería utilizarse este libro como
ejemplo de lo que es crear un personaje. O varios. O todos.
De todas las cosas increíblemente
buenas del libro, creo que la que más destaca es la facilidad con la que
Kennedy Toole consigue presentarnos a unos tipos realmente peculiares con dos
comentarios y un par de frases. Y lo mejor es que, cuando cerramos el libro,
los personajes siguen con nosotros
Que Ignatius Reilly se
haya convertido en un mito es fácil de entender. Los pensamientos y correrías
de este Falstaff contemporáneo, junto con su particular uso del lenguaje, son
difíciles de olvidar. Pero el autor demuestra realmente su maestría con los que
le rodean.
No hay ningún
secundario, ninguno, que no se nos quede pegado en el cerebro y que no tengamos
la sensación de conocer de toda la vida: Irene Reilly, Myrna Minkoff, Santa
Battaglia, Angelo Mancuso, Lana Lee, Darlene, Burma Jones, Mr. Clyde, Gus Levy, Mrs. Levy, Miss
Trixie, Mr. Gonzalez, Dorian Greene, Miss Annie, Claude Robichaux, Dr. Talc o
George.
Realmente uno de esos libros que hay que leer, que conviene leer, que merece la pena leer, que tenemos que leer... Al menos una vez en la vida.
Y, por cierto, ya nos podemos ir preparando para ir al cine y disfrutar con las atrocidades y la falta de buen gusto, teología y geometría. Si se rompe el mal fario, puede que esté cerca la adaptación de la novela (con Zach
Galifianakis de protagonista).
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