Una de las cosas que siempre se le pregunta a la gente en las entrevistas es sobre lo que más les gusta. Pensamos que nuestras preferencias musicales, literarias o gastronómicas son las que mejor nos definen.
Pero quizás saber que a alguien le gusta la tortilla de patata, las canciones de Mocedades y los libros de Paul Auster no nos refleje tanto su personalidad como lo que deja de lado. O no. En cualquier caso es una alternativa.
A mí por ejemplo hay unas pocas cosas que aborrezco, y muchas otras que sencillamente no me gustan. En el primer grupo están el flamenco, la ópera (zarzuela, musicales…), la casquería, los libros de autoayuda, la Academia de la Lengua, las vallas y carteles de prohibido el paso, el clavo (la especia), los mocasines, el fútbol, la crítica profesional, los gin tonic, los zapatos de tacón…
Son cosas que no sólo trato de evitar por todos los medios, sino que además me cuesta comprender cómo hay personas que disfrutan de ellas. Las que simplemente no me gustan son muchas más, pero esas las tolero benévolamente.
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