lunes, 24 de febrero de 2014

Siempre lo mismo



El cambio está sobrevalorado. La novedad es una palabra neutra, por mucho que algunos la quieran ver siempre desde su mejor perfil. Y la creatividad debería estar prohibida en la mayor parte de las ocasiones.

Los males comenzaron cuando empezamos a pensar que existía el Progreso. Luego vinieron las modas y se cargaron todo lo que olía a viejo. Y así hemos llegado a donde estamos ahora.

Sin meternos en el gran berenjenal de la definición del arte (la manera más apasionada de perder el tiempo), hoy sufrimos en todas sus manifestaciones los perjuicios del cambio. Como si fuera el valor más importante de cualquier creación, la novedad se impone por sí misma.

Hay museos y críticos que reniegan de artistas porque son “convencionales” y no aportan nada nuevo (como Antonio López). O teatros que no incluyen una ópera recién terminada en su programa porque no son ejemplo del último grito (en todos los sentidos).

Y lo más grave es que no pasan de esas obras porque sean rematadamente malas. No. Los responsables oficiales del arte reconocen abiertamente que la razón, independientemente del valor artístico que tengan, es que no son novedosas.

Al pedirle al arte que siempre nos sorprenda terminamos asqueados de esas monstruosidades que llenan nuestras calles, museos o salas de exposiciones (y sobre todo nuestras rotondas).

Mucha basura. Aunque muy creativa, eso sí. Por eso lo más parecido a sitios como ARCO son los vertederos de las grandes ciudades. Y las ratas que remueven la mierda serían los críticos. No hagamos nosotros lo mismo y salgamos huyendo.

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