miércoles, 27 de octubre de 2010

How to be an Alien

Hay un género especial de libros que se encuentran a caballo entre la autobiografía, los libros de viaje, los tratados de etnografía y los libros de humor. En todos ellos se repite el mismo esquema: el autor se ve inmerso en una cultura nueva y narra sus observaciones sobre las diferencias entre los usos y costumbres que ve a su alrededor comparados con los que ha dejado atrás.

Normalmente, y viviendo en occidente, la mayor parte de estos libros explican el choque cultural de un europeo o norteamericano cuando se trasladan al más allá. Pero, al ser españoles, también tenemos ejemplos desde el otro punto de vista. Nosotros somos ese “más allá” para muchos, sobre todo para los anglosajones.


Desde tratados clásicos de etnografía como The people of the Sierra, de Julian Pitt-Rivers (sobre la vida en Grazalema en los años cincuenta) o South from Granada, de Gerald Brennan (también en la misma época), hasta las más recientes obras de Chris Stewart (que cambió la batería de Genesis por una granja en las Alpujarras). Todos ellos cuentan su visión de gente peculiar con costumbres chocantes. Eso si, no somos los únicos, la Provenza y la Toscana también han servido de escenario para obras del mismo tipo.

Sin embargo, y como para mi España no tiene secretos, las novelas (o relatos, o guías o lo que sea) que más me han gustado sitúan el más allá en otros horizontes:


George Mikes - How to Be an Alien
Los ingleses vistos por los ojos de un húngaro llegado a Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial. El enorme éxito del libro cuando fue publicado le hizo continuar con la serie de “How to Be…” hasta el final de sus días. En cualquier caso, y de los que conozco, este sigue siendo el mejor. Su capítulo sobre el sexo se ha convertido en todo un clásico al lograr resumir en once palabras todo lo que se puede decir sobre el tema:
"Continental people have sex lives: the English have hot water bottles."


Nigel Barley - The Innocent Anthropologist
Los dowayos de Camerún vistos por los ojos de un antropólogo inglés con mucho sentido del humor. En este caso el choque cultural es más claro. Los dowayo es un pueblo que, como muchos otros pueblos de África, tienen un conjunto de valores, tradiciones y creencias radicalmente diferentes a las europeas. Y además viven casi desnudos en chozas de barro. El caso es que Barley también disfrutó de las mieles del éxito y volvió a narras sus andanzas con los dowayo en A Plague of Caterpillars. Los dos están escritos con mucha ironía.


J. Maarten Troost - The Sex Lives of Cannibals
Los polinesios vistos por los ojos de de un holandés-canadiense-americano. Un día, el autor decide viajar con su chica hasta una isla perdida en mitad del océano Pacífico. Ella va a trabajar dos años en una organización humanitaria. Él va a dedicarse a escribir, o al menos esa es la teoría. El resultado es una descripción llena de humor sobre la vida en un país a la deriva en mitad de la nada: Kiribati. Después de volver a la “civilización”, Troost se dio cuenta de que sufría el síndrome de Estocolmo y añoraba la vida sencilla al borde del mar, así que partió de nuevo para aquellas latitudes y reflejó sus andanzas en un nuevo libro: Getting Stoned with Savages.


Ruth Benedict - The Chrysanthemum and the Sword
Un japonés trata de explicarle a un occidental cómo es su cultura, sus diferencias y sus múltiples matices. Cuando termina, el occidental le dice, “ahora entiendo su cultura”, a lo que el japonés responde, “entonces es que me he explicado mal”.

El más allá por antonomasia para un occidental es Japón. Que un tipo en taparrabos que come lagartos y tiene siete esposas sea diferente no le choca a nadie. Pero que una cultura sea a la vez tan “desarrollada” y tan radicalmente diferente nos resulta incomprensible.

Desde siempre, Japón ha supuesto un desafío. Tanto, que durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense encargó a una antropóloga un manual para comprender la mentalidad nipona con vistas a derrotar a un rival correoso y a pacificar un país raro, raro, raro.

El libro en cuestión se llama The Chrysanthemum and the Sword, y su autora fue Ruth Benedict. Desde entonces se han escrito estanterías enteras del género que nos ocupa sobre el país, pero, todavía hoy, el libro de Benedict sigue siendo uno de los mejores tratados sobre la mentalidad japonesa.

Como siempre, hay muchos más libros (todos somos alienígenas en cuanto nos sacan de nuestro barrio). Empecemos por algo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Autores de un libro

Hay escritores que mueren quemados por el éxito de su primera novela. Las altas expectativas agarrotan los dedos de muchos que disfrutaron de una buena acogida con su primera narración. A veces ese pavor obliga a cerrar el quiosco.

Aunque no siempre el miedo es la razón para abandonar la escritura. Hay escritores que sólo tienen una historia que contar. Otros deciden tomar el dinero y correr. Y algunos hasta se mueren por el camino.

El caso es que, así como muchos grupos son recordados sólo por una canción, existen muchos escritores que sólo produjeron una obra. O, al menos, sólo son recordados por un libro. Entre los que me han gustado, recuerdo varios de escritores sepultados por un gran éxito:


J.D. Salinger – The Catcher in the Rye
Un libro menor que se convirtió en un fenómeno casi religioso. No me extraña que al tipo se le fuera la cabeza y se quisiera esconder del monstruo que había creado. Del libro, que se lee facilito, recuerdo sobre todo una palabra: phony. Ah, y a Ava Gardner cantando la canción original en la que se basa el título del libro (la que Holden escucha cantar a un niño por la calle). Canción que, a su vez, se basa en un poema de Robert Burns (al César lo que es del César).



Giuseppe Tomasi di Lampedusa - Il Gattopardo
Del clan de los sicilianos, prefiero a Camilleri y, sobre todo, a Sciascia. Pero el caso es que disfruté también mucho con esta historia sobre el cambio y la decadencia. La película de Visconti es tan destacable como la novela, de la que se recuerda sobre todo la famosa frase: "Se tutto deve rimanere com'è, è necessario che tutto cambi." Pues eso.


John Kennedy Toole - A Confederacy of Dunces
A JKT el éxito le llegó con su segunda novela (la primera fue The Neon Bible). Lo que, en cualquier caso, tampoco cuenta porque el tipo se suicidó antes de que le publicaran nada. Fue su madre la que consiguió que sus dos obras se imprimieran años después de su muerte. Así que a ella le debemos en gran parte el poder disfrutar de las aventuras de uno de los mejores antihéroes de toda la literatura (y seguramente el más divertido): Ignatius Reilly.


Alessandro Boffa – Sei una bestia Viskovitz
De éste ya he hablado en alguna ocasión. El caso es que es un libro divertido y corto que te deja con ganas de más. Pero no hay más. Ni se le espera. Una pena.

Por supuesto hay muchos que añadir a la lista. Algunos tan famosos como To Kill a Mockingbird, de Harper Lee. Pero como no los he leído no puedo decir nada de ellos. Al tiempo.

martes, 19 de octubre de 2010

Versiones - Coming in on a Wing and a Prayer

En 1943, de entre todas las canciones patrióticas que podían oírse por la radio en EEUU, una de ellas se convirtió en número uno gracias al grupo The Song Spinners.


La canción era Coming in on a Wing and a Prayer, y en ella Harold Adamson y Jimmie McHugh contaban la historia de un avión que volvía a duras penas a su base después de haber sufrido daños durante una misión de guerra.


El éxito de la canción se reflejo al año siguiente en la película de Henry Hathaway Wing and a Prayer. Y de hecho, la frase se popularizó tanto en idioma inglés que ahora se usa para reflejar una situación precaria.


Lo curioso de esta canción es que ha ido sufriendo una evolución musical muy particular. Al principio, los arreglos y el ritmo hacen de ella un tema típico de los años 40 (véase los ejemplos de Bing Crosby, de The Four Vagabonds o de Kate Smith entre otros). Sin embargo, a lo largo de los años se le fueron quitando los adornos hasta convertirla en una canción más sencilla. El Blues y Folk fueron puliéndola (Joseph Spence ayudo a darle un toque más popular) hasta que finalmente, y en mi opinión, Ry Cooder supo hacerle toda la justicia a la melodía, logrando la versión más pura y simple.


Esta es la letra de la versión de Ry Cooder (la original es un poco más larga y tiene alguna pequeña variación):

Comin' in on a wing and a prayer
Comin' in on a wing and a prayer
With our one motor gone
We can still carry on
Comin' in on a wing and a prayer

What a show, what a fight
Boys, we really hit our target for tonight
How we sing as we limp through the air
Look below, there's our field over there
With our one motor gone
We can still carry on
Comin' in on a wing and a prayer

Comin' in on a wing and a prayer
Comin' in on a wing and a prayer
With our full crew on board
And our trust in the Lord
We're comin' in on a wing and a prayer

lunes, 18 de octubre de 2010

Mapas

Una de las cosas que más me gusta es mirar mapas. Desde que era pequeño me han fascinado las representaciones en papel del mundo que nos rodea. Me he pasado horas y horas visitando países y ciudades con el dedo índice rozando el mapamundi. Buscando lugares ocultos, alejados de la mano de Dios. O perdiéndome por valles deshabitados, siguiendo las líneas azules de los ríos y arroyos de montaña en los mapas topográficos.


Mi debilidad son estos últimos. Me fascinan los buenos mapas topográficos, con sus senderos de montaña, sus cuadraditos rojos indicando donde hay una cabaña y sus líneas de nivel en las que descubres prados o farallones. Cuando era pequeño, los que más usaba eran los del Ejército de escala 1:50.000: detallados y austeros a la vez, aunque desfasados la mayor parte de las veces. Entonces pensaba que si hubiera una guerra y el Ejército tuviera sólo esos mapas para fiarse, lo íbamos a llevar crudo.


Los otros que también usaba, y que se complementaban con los del Ejercito, eran los del Instituto Geográfico Nacional. Según la edición eran más bonitos, pero siempre tenían menos detalle.


Lo que si que me gustaban eran los de la editorial Alpina. El problema es que sólo cubrían los macizos montañosos más importantes. Pero cuando los usé en los Pirineos o en los Picos de Europa siempre me sirvieron de gran ayuda.


Cuando más tarde crecí y vi lo que se hacía por ahí fuera se me pusieron los dientes largos. En Suiza los mapas topográficos son suizos en toda la extensión de la palabra. Claros, concisos, prácticos, útiles…


En Francia, los mapas están pensados para caminar o para moverse en bici. Es casi imposible perderse con una Carte de Randonnée. Una maravilla.


Y en Gran Bretaña juegan en una liga aparte. Los mapas de Ordnance Survey son un ejemplo de precisión, claridad y mesura. De hecho, en el número de novimbre de la revista The Great Outdoors aparece un reportaje sobre las bondades de la cartografía británica. Un poco chovinista, pero con razones para serlo.

Eso si, ahora existe algo que nos permite perder todavía más horas a los que antes viajábamos por los mapas: Google Earth y demás páginas que nos ofrecen fotos aéreas con una resolución pasmosa. Entre otras cosas, no hay nada mejor al leer un libro de viajes que Google Earth y sus fotos insertadas para seguir el recorrido.

jueves, 7 de octubre de 2010

Thomas P. Burke

Thomas Percival Burke (1871-1935) escribió algunos de los mejores cuentos de la literatura inglesa de principios del siglo XX. Sus relatos son un canto a la vida sencilla y casi siempre dura del campo. Sus protagonistas son los habitantes de pueblos y bosques de su tierra natal, campesinos y pequeños animales silvestres. Son historias sencillas, pero llenas de encanto, y con un lenguaje conciso y nada florido. Cuentos simples que esconden a un escritor de vida compleja y aventurera.


Burke vivió su vida de forma apasionada y romántica. Amante de la literatura rusa hasta el punto de aprender el idioma para poder apreciar a Pushkin en todo su esplendor. Otra de sus pasiones era viajar, lo que le llevó a recorrer mundo en cuanto acabó su educación en Cambridge.

Su padre era amigo de un reconocido escritor de origen polaco al que había conocido durante un viaje en barco en 1878. El joven, que entonces respondía al nombre de Józef Teodor Konrad, terminó convirtiéndose en ciudadano británico con el nombre de Joseph Conrad. Y fue el propio Conrad el que animó a Thomas Burke a viajar por Europa del este y por Oriente Próximo.


Gracias a su preparación y amplios conocimientos de las culturas del próximo oriente llevaron a Burke a trabajar posteriormente en varias ocasiones para el gobierno británico. Una de sus habilidades más reconocidas era saber integrarse en las poblaciones locales disfrazado de campesino o mercader. Además, podía desaparecer durante semanas en las montañas de Siria o Turquía sin ser descubierto.

Muchos piensan que John Buchan se basó en él para crear a su personaje más famoso, Richard Hannay, protagonista entre otros de 39 escalones. Otro de los personajes míticos de Buchan, John Macnab, también parece originarse en una leyenda que se contaba sobre las habilidades de Thomas Burke. Según decían, su destreza a la hora de moverse por el campo era tal que podía llegar a cazar animales salvajes sólo con su cuchillo, acercándose a las bestias mientras dormían.


Mientras viajaba, navegaba, cazaba o espiaba para el servicio secreto británico, Thomas Percival Burke escribió 37 relatos, que fueron publicados en un pequeño volumen, Hampshire Stories, en 1916. Hoy, la primera edición de este libro de relatos es una de las más buscadas por los coleccionistas. Y todavía sigue siendo difícil encontrar una edición moderna, ya que no ha vuelto a editarse desde 1963.

No queda más remedio por lo tanto que buscar la edición digitalizada de su obra para disfrutar de una obra que nos atrapará desde la primera página. A ello.

lunes, 4 de octubre de 2010

Bill Bryson


"I come from Iowa. Somebody had to." Con esta frase de presentación, Bill Bryson caracterizó lo que luego sería toda su obra. Libros marcados por la mirada de un “pueblerino” de Estados Unidos con un irónico sentido del humor.


Bryson empezó escribiendo relatos de viajes, en el sentido más tradicional de la palabra. En The Lost Continent (1989) cruzaba los Estados Unidos en coche presentando una América muy diferente de la de las películas y series de televisión. A lo largo del camino, Bryson va pasando por lugares que quedan al margen (muy al margen) de las guías turísticas. Todavía sigue siendo uno de sus mejores libros.


En Neither Here Nor There (1991) narraba sus experiencias en diferentes países de Europa, empezando en el cabo Norte y terminando en Estambul. El libro es un poco flojo y deslabazado, pero tiene momentos buenos.


A Walk in the Woods (1998) surge de la idea de seguir a pie uno de los senderos más largos y antiguos de Estados Unidos: el Appalachian Trail. En el libro aparece uno de sus colegas de instituto, Stephen Katz, con el que comparte mucho frío, hambre y penalidades. Para entender mejor la faceta homérica de la empresa hay que tener en cuenta que el sendero de marras tiene más de 3.500 kilómetros (como ir de Madrid a Moscú dando algún rodeo). Y, sobre todo, que los dos amigos han curtido su físico a lo largo de los años tumbados en sofás delante de la tele.


Con Down Under (2000), una version de The Lost Continent en las antípodas, te entran unas ganas locas de salir para Australia. Aquí Bryson está ya en plena efervescencia, y sus reflexiones sobre la historia y paisaje australianos están cargados de ironía.


Sus notas (Notes from a Small Island, 1995, y Notes from a Big Country, 1995) nos ofrecen también una visión socarrona sobre las diferencias de vida entre Gran Bretaña y Estados Unidos. En el primero, del que se hizo una serie documental de seis episodios, narra su primera visita a las islas. El segundo es una recopilación de artículos escritos para un periódico inglés sobre los usos y costumbres de sus compatriotas. Hay que tener en cuenta que en la edición americana del libro (I'm a Stranger Here Myself) es un poco diferente porque omite algunos de los artículos.


Además de sus libros de viajes, Bryson también había publicado varios libros centrados en su propia lengua. Junto con un par de diccionarios sobre palabras complicadillas, los dos mejores son The Mother Tongue (1990) y Made in America (1998). Un poco técnicos, ya que explican el origen de palabras y expresiones inglesas a lo largo del tiempo, pero muy interesantes.


Sin embargo, el libro que le lanzó a la fama fue A Short History of Nearly Everything (2003). Uno de los mejores títulos para uno de los libros más entretenidos si queremos saber en qué situación se encuentran ahora mismo algunas ramas del conocimiento: química, física, astronomía, paleontología…


En la misma línea se puede situar su última obra, At Home: A Short History of Private Life (2010), aunque no es tan original ni interesante. De hecho, parece que hubiera querido exprimir un poco la fórmula con la que ha conseguido tanto éxito.

Bill Bryson también ha hecho dos incursiones en el género biográfico. La primera es una especie de autobiografía un poco surrealista, pero muy recomendable: The Life and Times of the Thunderbolt Kid (2006). La segunda, Shakespeare: The World as Stage (2007), es una visión sobre lo que de verdad se sabe del dramaturgo (no mucho… casi nada) y sobre lo que se ha especulado sobre él (todo lo demás).


Por último, hay dos escritores que he descubierto gracias a Bryson. Uno es W.E. Bowman, autor de The Ascent Of Rum Doodle (1956), una divertida parodia sobre los libros de montañismo. El segundo es Will Ferguson, un escritor canadiense que comparte con Bryson cierto sentido del humor en sus libros de viajes. De los dos libros suyos que he leído, merece la pena sobre todo el que cuenta su viaje a lo largo de Japón siguiendo el florecimiento de los cerezos (Hokkaido Highway Blues, 1998). En el segundo, Beauty Tips from Moose Jaw (2004), nos ofrece varias imágenes de Canadá. Es un poco más flojo, pero tiene momentos en los que me reí a carcajadas.

viernes, 1 de octubre de 2010

Robinsoniada

De un libro puede nacer todo un género. Y si no que se lo digan a Daniel Defoe. Una de mis pasiones han sido desde muy pequeño las historias de gente perdida en una isla desierta. Y si, también fui de los que empezó a ver Perdidos con la ilusión del que se encuentra con viejos compañeros. Ilusión que se fue “perdiendo” por razones más que evidentes.


Pero a lo que iba: Robinsón en su isla. Un hombre sólo, más o menos, contra las adversidades. Cuando se publicó en 1719, el libro se convirtió rápidamente en todo un Best Seller. Y como le ha pasado al bueno de Dan Brown, muy pronto le salieron todo tipo de imitadores.

De entre ellos, hay unos cuantos que guardo en mi memoria juvenil con cariño. El de Defoe y su secuela los disfruté. Y aunque tiene casi 300 años, el ritmo y el lenguaje han envejecido bastante bien.

De entre los que le siguieron, los que mejor recuerdo son:


Los robinsones suizos (Johann David Wyss), La isla de coral (R.M. Ballantyne), Escuela de Robinsones (Julio Verne), El Robinsón del volcán (Fenimore Cooper) y Piraterías (de Emilio Salgari).

Sin embargo, hay dos que destacan entre el resto: El secreto de la isla y Dos años de vacaciones.


El primero no es exactamente un libro de robinsones, pero casi. Enid Blyton nos enseñó a muchos lo bien que se lo podía pasar uno sentado con un libro entre las manos. Las aventuras de los Cinco y las de los Siete Secretos fueron quizás sus obras más famosas. Pero para mí, la mejor de sus sagas era la de los Secretos, y el mejor libro, el primero, El secreto de la isla.

El segundo de mis favoritos me tenía fascinado: Dos años de vacaciones, de Julio Verne, al que más tarde Holding le sacaría una versión sombría en El señor de las moscas.

Lo que convierte a esta historia en algo diferente creo que son los protagonistas. Un grupo de niños, el mayor de 14 años, que deben organizarse para sobrevivir en un entorno hostil. Ya el título nos hacía soñar cuando éramos pequeños. Y todavía hoy merece la pena leerlo porque sigue fascinando igual a los niños de 11 años (comprobado).

Ah, y por supuesto, la isla tenía un mapa. Que es lo mejor que puede tener una isla si no tiene nada más.