lunes, 18 de octubre de 2010

Mapas

Una de las cosas que más me gusta es mirar mapas. Desde que era pequeño me han fascinado las representaciones en papel del mundo que nos rodea. Me he pasado horas y horas visitando países y ciudades con el dedo índice rozando el mapamundi. Buscando lugares ocultos, alejados de la mano de Dios. O perdiéndome por valles deshabitados, siguiendo las líneas azules de los ríos y arroyos de montaña en los mapas topográficos.


Mi debilidad son estos últimos. Me fascinan los buenos mapas topográficos, con sus senderos de montaña, sus cuadraditos rojos indicando donde hay una cabaña y sus líneas de nivel en las que descubres prados o farallones. Cuando era pequeño, los que más usaba eran los del Ejército de escala 1:50.000: detallados y austeros a la vez, aunque desfasados la mayor parte de las veces. Entonces pensaba que si hubiera una guerra y el Ejército tuviera sólo esos mapas para fiarse, lo íbamos a llevar crudo.


Los otros que también usaba, y que se complementaban con los del Ejercito, eran los del Instituto Geográfico Nacional. Según la edición eran más bonitos, pero siempre tenían menos detalle.


Lo que si que me gustaban eran los de la editorial Alpina. El problema es que sólo cubrían los macizos montañosos más importantes. Pero cuando los usé en los Pirineos o en los Picos de Europa siempre me sirvieron de gran ayuda.


Cuando más tarde crecí y vi lo que se hacía por ahí fuera se me pusieron los dientes largos. En Suiza los mapas topográficos son suizos en toda la extensión de la palabra. Claros, concisos, prácticos, útiles…


En Francia, los mapas están pensados para caminar o para moverse en bici. Es casi imposible perderse con una Carte de Randonnée. Una maravilla.


Y en Gran Bretaña juegan en una liga aparte. Los mapas de Ordnance Survey son un ejemplo de precisión, claridad y mesura. De hecho, en el número de novimbre de la revista The Great Outdoors aparece un reportaje sobre las bondades de la cartografía británica. Un poco chovinista, pero con razones para serlo.

Eso si, ahora existe algo que nos permite perder todavía más horas a los que antes viajábamos por los mapas: Google Earth y demás páginas que nos ofrecen fotos aéreas con una resolución pasmosa. Entre otras cosas, no hay nada mejor al leer un libro de viajes que Google Earth y sus fotos insertadas para seguir el recorrido.

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