miércoles, 29 de diciembre de 2010

Versiones - Mná na h-Éireann (Mujeres de Irlanda)


Seán Ó Riada fue para muchos el padre del renacimiento musical celta en Irlanda. Una de las últimas canciones que compuso fue Mná na h-Éireann, un tema melancólico que nos traslada a las verdes campiñas de la dulce Eire y que nos habla de las mujeres de esa gran nación (la letra es un poema del bardo del siglo XVIII Peadar Ó Dorinín).


Versiones de Mujeres de Irlanda las hay para todos los gustos, desde las instrumentales, como las de Alan Stivell o Mike Oldfield, hasta las más convencionales, como las de Sinéad O'Connor o Kate Bush. Una de las más famosas es la que realizaron The Chieftains para la banda sonora de la película Barry Lyndon. Instrumentalmente perfecta, como todo lo que llevan haciendo estos chavalotes desde hace casi medio siglo.

Mi preferida, sin embargo, es una adaptación en todo el sentido de la palabra, ya que cambian el título y la letra. Words lanzó a la fama a The Christians a principios de los noventa, y todavía hoy rezuma lo mejor del buen soul británico.

If I could find words
To tell you I'm sorry
Make you understand
I mean just what I say

After all that I've heard
Why should I worry
When we ride the fine line
Between love and hate

If I had been wise
well how could I doubt you
now I'm all alone
my life in disarray

But try as I might
I can't live without you
so I cling to the hope
of a bright brighter day

Oh I know we've been through this all before
how can I prove my love for you is real
no I can't do anymore
if I could only find words

And still he has dreams
and still I must learn to cope
absurd as it seems
I still have hope

If I had good sense
and heed all the warnings
I would let it be
and leave all well alone

But there's no recompense
for waking up mornings
feeling sure it's myself
who's the foolish one

yes I know we've been through this all before
how can I prove my love for you is real
no I can't do anymore.



martes, 28 de diciembre de 2010

Roy Lewis


Periodista con formación como economista clasico, Roy Lewis escribio casi exclusivamente sesudas obras sobre negocios, sociología, historia y periodismo. Hasta que en 1960 se desmelenó y mandó a sus editores una obra de ficción. Una historia familiar con todos los ingredientes para convertirse en un éxito de ventas: envidias, resentimientos, traiciones, asesinato…

Hasta aquí, lo normal. Pero lo mejor es que la historia esta ambientada en el paleolítico y el protagonista es el primer hombre en descubrir el fuego. A partir del momento en que hace ese descubrimiento, la paz familiar va a saltar por los aires y se van a desencadenar los más divertidos enredos.


Lewis decidio llamar a su novela What We Did to Father. Pero con cada nueva edicion le cogió el gusto a cambiarle el titulo y, así, paso a llamarse sucesivamente: The Evolution Man, Once upon an Ice Age o How I ate my father.

Con el titulo que sea, es uno de los libros mas sorprendente y divertido que he leído. Un placer para reflexionar sobre lo poco que hemos cambiado desde que bajamos del árbol.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Versiones - This Land is Your Land



Hace poco escuché una vieja canción que formaba parte de la banda sonora de Up in the Air, la que hacen Sharon Jones & the Dap-Kings de This Land is Your Land. La versión que acompaña las andanzas del cínico Clooney es tan cool que podría sonar de fondo en un bar de cualquier aeropuerto de diseño futurista, repleto de alas de gaviota y formas orgánicas.



Las versiones que se han ido haciendo a lo largo de los 70 años que han pasado desde que Woody Guthrie la compuso, han convertido This Land is Your Land en un fiel reflejo de los cambios que se han ido produciendo en América. Y demuestran que this land is really for everyone.


Muchas versiones, y muchos cambios, que no han añadido nada a la canción original. La de Woody Guthrie es como él, mucho más sencilla y descarnada, más propia de una América que todavía está sufriendo los efectos de la Depresión y de la Guerra. En esa Tierra, Guthrie camina por las carreteras, como lo habían estado haciendo durante los últimos años millones de náufragos para poder buscarse la vida. Todavía tardarían en correr por ellas los relucientes Cadillac del sueño americano.

This land is your land, this land is my land
From California to the New York Island
From the Redwood Forest to the Gulf Stream waters
This land was made for you and me.

As I went walking that ribbon of highway
I saw above me that endless skyway
I saw below me that golden valley
This land was made for you and me.

I roamed and I rambled and I followed my footsteps
To the sparkling sands of her diamond deserts
While all around me a voice was sounding
Saying this land was made for you and me.

When the sun came shining, and I was strolling
And the wheat fields waving and the dust clouds rolling
A voice was chanting, As the fog was lifting,
This land was made for you and me.

This land is your land, this land is my land
From California to the New York Island
From the Redwood Forest to the Gulf Stream waters
This land was made for you and me.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Cadenas de favores

La ópera es como el fútbol. Estás clavado en el asiento durante largo tiempo, aguantando medio dormido las idas y venidas de balones y cantantes adictos a los carbohidratos por el escenario hasta que de pronto, en medio del sopor, surge un breve momento de magia. Pero sólo a veces. Lo normal es que lo único que surja es el tedio.


Y dicho esto, hablemos de magia. De la de Mozart, por ejemplo. Como solía huir de la ópera como alma que lleva el diablo, no conocía hasta hace unos años esta famosa escena (o duettino) de Las bodas de Figaro. Y ¿cómo la descubrí? Gracias a las cadenas de favores. Un día me puse a ver una película, y allí, en medio de la historia, el protagonista pone un disco por los altavoces de la cárcel para llenar a lo presos y la pantalla de un fulgor indescriptible y ligero.



Es lo que pasa con las cadenas de favores. Una obra maestra, como Cadena perpetua (The Shawshank Redemption) nos descubre otra. O un libro de Pennac nos habla de Carlo Emilio Gadda y meses después caemos rendidos con Quer pasticciaccio brutto de via Merulana.


Ya he comentado como, gracias a Bill Bryson, he descubierto escritores como Will Ferguson o W.E. Bowman. A veces han sido personas de carne y hueso las que, con un comentario hecho de pasada, nos han abierto puertas de mundos maravillosos (todavía recuerdo la frase que me abrió hace tiempo la trilogía de Corfú, de Gerald Durrell). A lo máximo que puede aspirar un blog de este tipo es a continuar esas cadenas. Para que no terminen nunca.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Películas - The Quiet Man (1952)


Hay dos películas de John Ford que ocupan un lugar destacado en mi vitrina de películas más- importantes-de-la-historia-del-cine (comprobado: escribir con guiones entre las palabras no sólo es cursi, además es cansado)

Una es Centauros del desierto (The Searchers), la mejor película del oeste del mejor director de películas del oeste que en la historia ha habido.

La otra es El hombre tranquilo (The Quiet Man). La película consigue varias cosas en principio imposibles. A saber:

- Que John Wayne sea totalmente creíble en una comedia romántica.
- Que en Irlanda sólo llueva un poquito (lo justo para darle una nota de color a una escena sentimental en el cementerio).
- Que un grupo de irlandeses católicos (y un cura) vitoreen a un obispo anglicano.


Pero, por encima de todo, Ford nos cuenta una historia sencilla, sobre el retorno a las raíces, la amistad y el amor. Una historia en la que aparecen los mayores tópicos irlandeses: la cerveza y el whiskey, las canciones populares, las peleas a puñetazo limpio, el cura estricto y popular... Con todos esos elementos podría salir una película muy entretenida, pero del montón. ¿Qué es lo que hace de El hombre tranquilo algo realmente especial? Las dos cosas más importantes para que una película sea una obra maestra: sencillez y guión.


De la sencillez y de Ford no hay mucho que explicar. Él rodaba a la primera toma, con la cámara a la altura del hombro, sin alharacas ni efectos especiales. Su cine es el mejor porque no se proponía serlo.

Sobre el guión, tampoco hay mucho que explicar. Frank S. Nugent trabajó con Ford en casi todas sus mejores películas (también en The Searchers). Gracias a él, la película tiene un ritmo perfecto y frases gloriosas para el recuerdo.

Y además de todo, la banda sonora de Victor Young está repleta de melodías y canciones tradicionales que acompañan la acción sin robarle protagonismo.

Para verla una tarde de lluvia junto con Historias de Filadelfia.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Versiones - L'homme armé


En la Francia del siglo XV se hizo popular una cancioncilla que avisaba sobre los peligros que suponía la soldadesca en tiempos revueltos. La melodía era pegadiza e invitaba a levantar las copas mientras se marcaba el ritmo con los pies. El tema se convirtió en una especie de Waka, Waka renacentista. Sin embargo, la canción habría pasado al olvido de no ser por un grupo de compositores que la utilizaron para darle vidilla a las misas que les encargaban.

L'homme, l'homme, l'homme armé,
L'homme armé
L'homme armé doibt on doubter, doibt on doubter.

On a fait partout crier,
Que chascun se viengne armer
D'un haubregon de fer.


Guillaume Dufay, Josquin des Prez, Cristóbal Morales, Giovanni Pierluigi da Palestrina y compañía compusieron más de 30 misas con una estructura que incorpora la melodía del hombre armado. El problema es que, al ser obras polifónicas muy elaboradas, las notas de la canción original quedan casi totalmente enmascaradas en el resultado final.


Sin embargo, por muy difuminadas que estuvieran, el uso de canciones profanas y libidinosas llegó a mosquear tanto a la Iglesia que terminaron prohibiéndolas en cualquier tipo de obra sacra. Afortunadamente, para entonces la melodía de L'homme armé ya se había asegurado una vida propia por los siglos de los siglos. Amén.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Versiones - Shambala

Existen cosas en las que todos los que aman, odian, adoran, critican, fustigan o veneran Lost están de acuerdo en que molan. Los abdominales de Sawyer, el bikini de Kate, la calva de Locke son algunas de ellas. Pero quizás la mejor de todas sea la música. La selección de canciones que la serie ha ido utilizando para ambientar las aventuras de los chicos perdidos es magnífica. En un episodio de la tercera temporada descubrí una canción pegadiza y con una letra muy ad hoc: Shambala.


Wash away my troubles, wash away my pain
With the rain in Shambala
Wash away my sorrow, wash away my shame
With the rain in Shambala

Everyone is helpful, everyone is kind
On the road to Shambala
Everyone is lucky, everyone is so kind
On the road to Shambala

How does your light shine, in the halls of Shambala
How does your light shine, in the halls of Shambala

I can tell my sister by the flowers in her eyes
On the road to Shambala
I can tell my brother by the flowers in his eyes
On the road to Shambala


Daniel Moore compuso este himno setentero de paz y amor, margaritas en el pelo y buenas vibraciones. Todavía quedaban dos años de pesadilla en Vietnam, y la juventud americana buscaba paraísos más o menos artificiales en la mística oriental. Three Dog Night supo darle el tono de redención personal, mezcla de rabia y esperanza, que el tema requería.

Dos décadas más tarde, el panorama había cambiado radicalmente, y las flores habían dejado paso a los yuppies. En esa época, Rockapella, haciendo honor a su nombre, cantaba temas conocidos haciendo gorgoritos (tipo Bobby McFerrin). Su versión de Shambala es demasiado limpia, sana y políticamente correcta. Faltan los problemas, el dolor, la pena y la vergüenza (la propia, porque viendo el video sobra la ajena).
 

viernes, 10 de diciembre de 2010

Tom Sharpe

En el mundo civilizado, los libros de humor son una cosa muy seria. Aunque, visto desde aquí, cueste creerlo. En España, cuando las librerías reservan un estante para el género, suelen llenarlo con recopilaciones de programas más o menos de broma (El club de la comedia, Gomaespuma, Buenafuente, La hora Chanante y similares) o con tomos que reúnen los mejores chistes de Lepe. Y no digo que estén mal, sobre todo los de Lepe. Pero lo cierto es que la comedia, en la literatura hispánica reciente, adolece de una cierta precariedad. Y eso que, en el Siglo de Oro, nuestros dramaturgos sabían cómo sacar una sonrisa de los espectadores. Luego vino el tío Paco con las rebajas.



Y es que la Comedia, con mayúsculas, es algo más que chistes. Mucho más: ironía, juegos con las palabras, situaciones absurdas… En fin, todo lo que define una película del género. Algunos autores patrios se adentran en sus procelosas aguas, desde Eduardo Mendoza a Elvira Lindo, pasando por Pepe Colubi o Pablo Tusset. Sin embargo, son esfuerzos aislados.

Para encontrar un corpus comicus en condiciones tenemos que viajar hasta las islas británicas. Allí, cultivan el arte de lograr una sonrisa leyendo. O una carcajada. Y, los que lo hacen, suelen pertenecer a dos grandes escuelas: la de la fina ironía y la del humor más basto.

Entre los primeros yo destacaría a Wodehouse, del que ya he hablado en otra ocasión. Esta escuela utiliza un humor basado, sobre todo, en el lenguaje y en las situaciones de enredo argumental. El resultado es elegante y divertido.


Los seguidores de la segunda escuela en el Reino Unido son legión (con Benny Hill a la cabeza). Su humor escatológico y verde a veces parece un poco infantil, muy cercano a los chistes de Jaimito. Sin embargo, hay escritores que lo han sabido dosificar con tramas y personajes realmente conseguidos. Tom Sharpe destaca entre ellos.


Su saga más famosa es la de Wilt. Me gustaron los dos primeros (Wilt y The Wilt Alternative), pero Sharpe exprime demasiado al personaje en los siguientes. En cualquier caso, la serie refleja perfectamente la marca de la casa: situaciones equivocas surgidas por la falta de comunicación de los protagonistas. Es decir, un personaje habla sobre el asunto A, mientras que otro personaje cree que en realidad se está hablando sobre B. Y de ahí, surgen momentos de confusión increíble.


Del resto de sus novelas, también me divirtieron mucho Blott On the Landscape y Porterhouse Blue. En ellas se burla de algunas de las tradiciones más típicamente británicas: su amor por el campo y los colleges universitarios.


Sin embargo, mis preferidas son Vintage Stuff y sus dos primeras novelas: Riotous Assembly y Indecent Exposure. La primera es una parodia sobre los libros clásicos de aventuras juveniles (tipo John Buchan). La historia nos traslada desde el recinto de un colegio privado inglés hasta un pequeño chateau francés. Y sus protagonistas son de lo mejorcito de Sharpe.


En cuanto a las dos primeras novelas, se salen un poco del resto. Para empezar están ambientas en una pequeña ciudad de la Sudáfrica del Apartheid. Tom Sharpe aguantó durante diez años viviendo allí, antes de que el gobierno de Pretoria le deportara. Su venganza fue terrible: dos pequeños libros en los que se burla sin piedad de los afrikaaner. Una pena que no siguiera contándonos más aventuras del Kommandant van Heerden, del Luitenant Verkramp y, sobre todo, del Konstabel Els.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Versiones - Tu vuò fà l’americano

A mediados de los años cincuenta, Europa vivía fascinada por el brillo de Estados Unidos. La moda, la música, las películas, la coca cola... Todo lo que era cool venía de América, el país de la Cucaña.


Cuatro años después de que Berlanga resumiera el espíritu de esa época en Bienvenido, Mister Marshall, Renato Carosone cantaba sus consecuencias. Todos se fingían americanos para estar a la última.


Siendo napolitanos tanto Carosone (músico) como Nicola Salerno (letrista), la canción utilizaba el lenguaje que habían aprendido de pequeños en las calles de Napoli. Tu vuò fà l’americano se convirtió rápidamente en uno de los mayores éxitos de Carosone. Ha sonado como fondo en muchas películas y ha sido cantada por casi todos en Italia.

La combinación de una melodía pegadiza y una letra satírica sobre América no podía quedarse olvidada en discos recopilatorios de las mejores canciones italianas. En los últimos años ha caído en manos de raperos, se le ha aplicado ritmos de ska, sintetizadores, o se ha traducido y adaptado la letra… Hasta se ha reconvertido en canción de verano con la versión sampleada de Yolanda Be Cool.


Estoy seguro de que Renato y Nisa seguirían disfrutando con estas nuevas versiones. Pero para mí, la suya sigue siendo la mejor.

Puorte o’ calzone cu ‘nu stemma arreto
‘na cuppulella cu ‘a visiera alzata.
Passe scampanianno pe’ Tuleto
camme a ‘nu guappo pe’ te fa guardà!

Tu vuò fa l’ americano!
mmericano! mmericano
siente a me, chi t’ ho fa fa?
tu vuoi vivere alla moda
ma se bevi whisky and soda
po’ te sente ‘e disturbà.

Tu abballe ‘o roccorol
tu giochi al basebal ‘
ma ‘e solde pe’ Camel
chi te li dà? …
La borsetta di mammà!

Tu vuò fa l’ americano
mmericano! mmericano!
ma si nato in Italy!
siente a mme
non ce sta’ niente a ffa
o kay, napolitan!
Tu vuò fa l’ american!
Tu vuò fa l’ american!

lunes, 6 de diciembre de 2010

Amin Maalouf

Durante mucho tiempo estuve oyendo alabanzas de León, el africano. La novela se había convertido en lo que yo llamo Bestseller discretos. Libros que todo el mundo lee en el metro, o que te recomiendan tus amigos, pero que no provocan las alharacas mediáticas de El código Da Vinci, La sombra del viento o Los pilares de la Tierra. Según esa peculiar clasificación, Bestseller discretos serían también The Curious Incident of the Dog in the Night-time o l'Élégance du hérisson. Todos suelen ser muy recomendables, pero, no sé por qué, a mi León, el africano no terminaba de llamarme la atención.



Sin embargo, años más tarde, mi afición por la historia me llevó a cruzarme con su autor. Las cruzadas vistas por los árabes es un análisis riguroso y documentado de lo que promete su título. Y se lee como si fuera una novela. Así que decidí seguir leyendo cosas de Amin Maalouf.



Samarcande me enganchó totalmente y me descubrió la vida y la obra de un poeta al que no conocía, Omar Jayyam (afortunadamente el pozo de mi ignorancia no tenía fondo, ni se le espera todavía). Les Jardins de lumière destrozó para siempre la forma en la que había usado hasta entonces el adjetivo maniqueo. Le Rocher de Tanios me llevó a una época y un lugar difíciles de entender (el Libano es lo que tiene).


Y, al final, llegué al principio de todo, Léon, el africano. Quizás no sea el mejor libro de Maalouf. O al menos a mi me gustaron más Samarcande y Les Jardins de lumière. Pero engancha desde el primer capítulo, y es difícil parar de leerlo.


Me esperan todavía sus últimas obras: Les Échelles du Levant y Le Périple de Baldassare. Siguen durmiendo en la estantería a la espera del momento propicio. Disfrutemos ahora de lo que hacemos, como haría Jayyam y no nos obsesionemos con terminar las cosas rápidamente, como nos recomendaria Mani. Ya llegará la hora también para esos libros. A su debido tiempo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Versiones - Pump Up the Jam

Musicalmente hablando, los años ochenta se ven mejor desde la distancia. Cuanta más, mejor. Uno de los últimos ritmillos discotequeros de la década lo perpetró el grupo Technotronic. Hay que ver el video para darse cuenta por lo que hemos pasado. Ya sabéis, por eso de que aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo, Santayana dixit.



Versiones de Pump Up the Jam ha habido muchas, pero todas supuraban espíritu disco. Sin embargo, en otra galaxia muy lejana (espacio temporalmente hablando) un grupo que venera la memoria del genial Django Reinhardt decidió darle otra oportunidad al tema. Los tres francocadienses de The Lost Fingers (por eso pronuncian un poco raro) pasan la mermelada por la turmix del gypsy jazz. El resultado es mucho más apto para el consumo humano. A disfrutarla.

Pump up the jam, Pump it up
While your feet are stompin’
And the jam is pumpin’
Look at here the crowd is jumpin’

Pump it up a little more
Get the party going on the dance floor
Seek us that’s where the party’s at
And you’ll find out if you’re too bad

Ooh, ayyyh, a place to stay
Get your boody on the floor tonight
Make my day

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Comida para la Bestia

Hay libros que están escritos para ser devorados. Calorías que se absorben rápidamente sin dejar recuerdo, como si fueran golosinas. A lo largo de la historia, este tipo de literatura ha recibido muchos nombres, desde los libros de caballerías y las hojas del cordel hasta los Best Sellers. Yo los llamo comida para la Bestia. Esa que todos llevamos dentro y que, sobre todo en verano, nos pide fast food escrito.


Creo que con estos libros pasa como con las hamburguesas, el problema no es comerlos, el problema es alimentarse exclusivamente de ellos. Y ya sé que dentro de la categoría es posible encontrar manjares exquisitos (El nombre de la rosa también fue un Best Seller). Pero esa es otra historia.

La comida para la bestia más genuina suele discurrir por géneros muy trillados. Algunos han ido cambiando según la época. Donde antes se llevaba la novela del Oeste, ahora se lleva la de mundos fantásticos. Otros siguen siendo los mismos: ciencia ficción, policiaco, intriga, terror, romántico… Y de tanto transitar por ellos, estos géneros han terminado estigmatizados para espíritus sensibles a la Harold Bloom.

Como afortunadamente pocos lectores son tan cretinos como para desechar la comida para la bestia en bloque, cada uno tiene sus favoritos. Y hay miles y miles, de autores y de libros. Dos de los que siempre recomiendo son The Relic y Ender’s Game. Son ya viejillos, pero merecen la pena.


En The Relic, el duo formado por Douglas Preston y Lincoln Child hacen un ejercicio perfecto en definir las características del Best Seller: intriga, terror, aventura, situaciones extremas (los famosos cliff-hanging), personajes de una pieza (a veces de menos)… En resumen, perfecto para el verano. O para pasar las tardes de invierno al calor del sofá.


Ender’s Game juega en otra liga. Es comida para la bestia y es ciencia ficción. Pero también es mucho más que eso. Orson Scott Card nos ofrece una idea muy original y un desarrollo de la historia que lo convierte en uno de los grandes del género.


Algunos de mis autores favoritos de comida para la bestia son: John Buchan, Sapper, Alistair MacLean, James Rollins, Stephen Hunter o Lee Child. Unos mejores, otros no tanto. Todos para ser devorados como si tuviéramos doce años y estuviéramos en el cine con una bolsa enorme de palomitas.