lunes, 6 de diciembre de 2010

Amin Maalouf

Durante mucho tiempo estuve oyendo alabanzas de León, el africano. La novela se había convertido en lo que yo llamo Bestseller discretos. Libros que todo el mundo lee en el metro, o que te recomiendan tus amigos, pero que no provocan las alharacas mediáticas de El código Da Vinci, La sombra del viento o Los pilares de la Tierra. Según esa peculiar clasificación, Bestseller discretos serían también The Curious Incident of the Dog in the Night-time o l'Élégance du hérisson. Todos suelen ser muy recomendables, pero, no sé por qué, a mi León, el africano no terminaba de llamarme la atención.



Sin embargo, años más tarde, mi afición por la historia me llevó a cruzarme con su autor. Las cruzadas vistas por los árabes es un análisis riguroso y documentado de lo que promete su título. Y se lee como si fuera una novela. Así que decidí seguir leyendo cosas de Amin Maalouf.



Samarcande me enganchó totalmente y me descubrió la vida y la obra de un poeta al que no conocía, Omar Jayyam (afortunadamente el pozo de mi ignorancia no tenía fondo, ni se le espera todavía). Les Jardins de lumière destrozó para siempre la forma en la que había usado hasta entonces el adjetivo maniqueo. Le Rocher de Tanios me llevó a una época y un lugar difíciles de entender (el Libano es lo que tiene).


Y, al final, llegué al principio de todo, Léon, el africano. Quizás no sea el mejor libro de Maalouf. O al menos a mi me gustaron más Samarcande y Les Jardins de lumière. Pero engancha desde el primer capítulo, y es difícil parar de leerlo.


Me esperan todavía sus últimas obras: Les Échelles du Levant y Le Périple de Baldassare. Siguen durmiendo en la estantería a la espera del momento propicio. Disfrutemos ahora de lo que hacemos, como haría Jayyam y no nos obsesionemos con terminar las cosas rápidamente, como nos recomendaria Mani. Ya llegará la hora también para esos libros. A su debido tiempo.

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