miércoles, 22 de diciembre de 2010
Películas - The Quiet Man (1952)
Hay dos películas de John Ford que ocupan un lugar destacado en mi vitrina de películas más- importantes-de-la-historia-del-cine (comprobado: escribir con guiones entre las palabras no sólo es cursi, además es cansado)
Una es Centauros del desierto (The Searchers), la mejor película del oeste del mejor director de películas del oeste que en la historia ha habido.
La otra es El hombre tranquilo (The Quiet Man). La película consigue varias cosas en principio imposibles. A saber:
- Que John Wayne sea totalmente creíble en una comedia romántica.
- Que en Irlanda sólo llueva un poquito (lo justo para darle una nota de color a una escena sentimental en el cementerio).
- Que un grupo de irlandeses católicos (y un cura) vitoreen a un obispo anglicano.
Pero, por encima de todo, Ford nos cuenta una historia sencilla, sobre el retorno a las raíces, la amistad y el amor. Una historia en la que aparecen los mayores tópicos irlandeses: la cerveza y el whiskey, las canciones populares, las peleas a puñetazo limpio, el cura estricto y popular... Con todos esos elementos podría salir una película muy entretenida, pero del montón. ¿Qué es lo que hace de El hombre tranquilo algo realmente especial? Las dos cosas más importantes para que una película sea una obra maestra: sencillez y guión.
De la sencillez y de Ford no hay mucho que explicar. Él rodaba a la primera toma, con la cámara a la altura del hombro, sin alharacas ni efectos especiales. Su cine es el mejor porque no se proponía serlo.
Sobre el guión, tampoco hay mucho que explicar. Frank S. Nugent trabajó con Ford en casi todas sus mejores películas (también en The Searchers). Gracias a él, la película tiene un ritmo perfecto y frases gloriosas para el recuerdo.
Y además de todo, la banda sonora de Victor Young está repleta de melodías y canciones tradicionales que acompañan la acción sin robarle protagonismo.
Para verla una tarde de lluvia junto con Historias de Filadelfia.
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