En la Francia del siglo XV se hizo popular una cancioncilla que avisaba sobre los peligros que suponía la soldadesca en tiempos revueltos. La melodía era pegadiza e invitaba a levantar las copas mientras se marcaba el ritmo con los pies. El tema se convirtió en una especie de Waka, Waka renacentista. Sin embargo, la canción habría pasado al olvido de no ser por un grupo de compositores que la utilizaron para darle vidilla a las misas que les encargaban.
L'homme, l'homme, l'homme armé,
L'homme armé
L'homme armé doibt on doubter, doibt on doubter.
On a fait partout crier,
Que chascun se viengne armer
D'un haubregon de fer.
Guillaume Dufay, Josquin des Prez, Cristóbal Morales, Giovanni Pierluigi da Palestrina y compañía compusieron más de 30 misas con una estructura que incorpora la melodía del hombre armado. El problema es que, al ser obras polifónicas muy elaboradas, las notas de la canción original quedan casi totalmente enmascaradas en el resultado final.
Sin embargo, por muy difuminadas que estuvieran, el uso de canciones profanas y libidinosas llegó a mosquear tanto a la Iglesia que terminaron prohibiéndolas en cualquier tipo de obra sacra. Afortunadamente, para entonces la melodía de L'homme armé ya se había asegurado una vida propia por los siglos de los siglos. Amén.
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