lunes, 5 de noviembre de 2012

De lo nuevo, lo normal


No todos los libros nos marcan a fuego. Creo que al final, lo que recordamos mejor son los extremos: los mejores y los peores. Pero hay muchos que pasan por nuestras vidas de forma amena y agradable. Entreteniendo ratos de ocio de forma honesta y discreta. Ni bien escritos ni mal llevados. De algunos, recordaremos en el futuro detalles sueltos. Pero no despertarán nuestras pasiones, ni bajas ni altas.


De este tipo de libros, este año ha habido una buena cosecha. De comida para la bestia destacan cuatro, por no destacar en nada. Susanne Collins tiene una idea relativamente original y la lleva dignamente durante un libro. El resto de la inevitable trilogía se cae por el abismo. Jon Fasman nos lía con una historia increíble en The Geographer's Library. Y en español, tanto Matilde Asensi con su salón de ámbar y Guillermo Martinez con sus crímenes de Oxford no pasan del aprobadillo.


De otro tipo, pero con igual resultado son The Haunted Monastery, una historia del juez Dee en la china medieval de Robert Van Gulik; La briscola in cinque, un giallo simpático de Marco Malvadi o Downhill All the Way, en el que Edward Enfield nos cuenta su viaje a través de Francia en bicicleta. Todos son majetes, pero nada más. Y nada menos.

 
También los ha habido más serios, pero no mejor parados. Aunque el hecho de contar cosas “reales”, sin recurrir a la ficción, les da un valor añadido. Tom Standage nos habla de comida en An Edible History of Humanity. Melvyn Bragg puso por escrito su obra documental con la BBC en Adventure of English. Y Ian Mortimer nos muestra cómo era realmente la vida cotidiana en la Inglaterra del siglo XIV en The Time Traveller's Guide to Medieval England. Cosas interesantes contadas de forma sencilla.


De los “grandes”, algunos se me quedan pequeños. Las Ficciones de Jorge Luis Borges las respeto sólo por su lado ingenioso. Creo que no dan para más. Stefan Zweig se me ha quedado también siempre un poco diluido, como en sus 24 heures de la vie d'une femme. Y uno que me ha recordado a un “grande” de verdad ha sido Jean-Christophe Rufin. Su Abisinio sirve, además de entretener, para hacernos conscientes de lo difícil que es escribir algo como León, el africano.


Por último, y porque aquí caen muchos de una temática concreta, merece la pena separar los libros de “carreras”: Running with the Kenyans (Adharanand Finn), Run Like Hell (Matt Beardshall), Courir (Jean Echenoz), And Then the Vulture Eats You (John L. Parker) y A Race for Madmen: A History of the Tour de France (Chris Sidwells). En realidad, todos son muy amenos. Y algunos podrían pasar a la siguiente categoría (sobre todo los de Finn, Beardshall y Echenoz). Pero quizá es mejor que se queden aquí para hacer piña.

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