Es curioso lo que enganchan las novelas de Alan Bradley. Sobre todo si
pensamos que los elementos con los que están construidas son falsos,
artificiosos, increíbles y tramposos. En fin que no cuelan. La Inglaterra de
los cincuenta no era así. Las niñas de once años no son así. Los crímenes y
misterios que tejen sus tramas son imposibles. Y sin embargo…
Y sin embargo funcionan. Y enganchan. Mucho. El caso es que, aunque
sepamos que no existe ni ha existido nunca un lugar como Bishop's Lacey,
devoramos las historias de sus personajes. Y seguimos las aventuras y
razonamientos de Flavia, como si fueran lo más normal del mundo.
El caso es que siempre me han gustado los escritores que sabían crear
mundos propios. Mundos teóricamente reales, pero que en realidad funcionaban
con sus propias reglas. Desde Wodehouse a Enid Blyton, al coger uno de sus
libros sabíamos de antemano lo que nos íbamos a encontrar. Las historias eran
diferentes, pero en el fondo siempre estábamos leyendo el mismo libro.
Alan Bradley nos presentó a sus personajes en The Sweetness at the Bottom of the Pie: Flavia, Ophelia, Daphne, sus
padres (el coronel Haviland y la desaparecida, aunque siempre presente, Harriet),
Dogger y compañía. Un pájaro muerto, un sello y un viejo compañero del pasado
son los elementos que componen la intriga.
Aunque lo de menos, al final, es el misterio. Poco a poco, según avanza
el libro, nos damos cuenta de es la pequeña Flavia la que realmente ha captado
nuestro interés. El resto es sólo el aroma de un arenque que intenta confundir
nuestro rastro.
En The Weed that Strings the
Hangman's Bag, A Red Herring Without Mustard y I Am Half-Sick of Shadows, Flavia se pasea por Buckshaw y
alrededores, indagando en los misterios del pasado y presente de los habitantes
de Bishop's Lacey. Y tratando también de perseguir la sombra de su madre.
Con su quinto y penúltimo libro (al parecer con el próximo terminará la
saga), Alan Bradley vuelve a trasportarnos hasta el mundo mágico de Bishop's
Lacey. Con su iglesia parroquial, sus viejos Rolls Royce rodando por las
carreteras y sus casas señoriales.
Y una vez más, Flavia tratará de resolver el misterio antes de que lo
haga el inspector Hewitt. Como siempre, utilizando sus amplios conocimientos de
química (sobre todo de venenos) y llevando a Gladys de un lado para otro. Un
verdadero gustazo.
Sólo nos queda esperar un año para poder ponerle las manos a The Dead In Their Vaulted Arches. Ya
estoy contando los días.
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