viernes, 22 de febrero de 2013

Flavia de Luce


Es curioso lo que enganchan las novelas de Alan Bradley. Sobre todo si pensamos que los elementos con los que están construidas son falsos, artificiosos, increíbles y tramposos. En fin que no cuelan. La Inglaterra de los cincuenta no era así. Las niñas de once años no son así. Los crímenes y misterios que tejen sus tramas son imposibles. Y sin embargo…

Y sin embargo funcionan. Y enganchan. Mucho. El caso es que, aunque sepamos que no existe ni ha existido nunca un lugar como Bishop's Lacey, devoramos las historias de sus personajes. Y seguimos las aventuras y razonamientos de Flavia, como si fueran lo más normal del mundo.

El caso es que siempre me han gustado los escritores que sabían crear mundos propios. Mundos teóricamente reales, pero que en realidad funcionaban con sus propias reglas. Desde Wodehouse a Enid Blyton, al coger uno de sus libros sabíamos de antemano lo que nos íbamos a encontrar. Las historias eran diferentes, pero en el fondo siempre estábamos leyendo el mismo libro.

Alan Bradley nos presentó a sus personajes en The Sweetness at the Bottom of the Pie: Flavia, Ophelia, Daphne, sus padres (el coronel Haviland y la desaparecida, aunque siempre presente, Harriet), Dogger y compañía. Un pájaro muerto, un sello y un viejo compañero del pasado son los elementos que componen la intriga.

Aunque lo de menos, al final, es el misterio. Poco a poco, según avanza el libro, nos damos cuenta de es la pequeña Flavia la que realmente ha captado nuestro interés. El resto es sólo el aroma de un arenque que intenta confundir nuestro rastro.

En The Weed that Strings the Hangman's Bag, A Red Herring Without Mustard y I Am Half-Sick of Shadows, Flavia se pasea por Buckshaw y alrededores, indagando en los misterios del pasado y presente de los habitantes de Bishop's Lacey. Y tratando también de perseguir la sombra de su madre.

Con su quinto y penúltimo libro (al parecer con el próximo terminará la saga), Alan Bradley vuelve a trasportarnos hasta el mundo mágico de Bishop's Lacey. Con su iglesia parroquial, sus viejos Rolls Royce rodando por las carreteras y sus casas señoriales.

Y una vez más, Flavia tratará de resolver el misterio antes de que lo haga el inspector Hewitt. Como siempre, utilizando sus amplios conocimientos de química (sobre todo de venenos) y llevando a Gladys de un lado para otro. Un verdadero gustazo.

Sólo nos queda esperar un año para poder ponerle las manos a The Dead In Their Vaulted Arches. Ya estoy contando los días.

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